El avance de la normativa y la certificación de sus productos son los desafíos que enfrenta esta nueva industria de cara al futuro, tras un comienzo lento e irregular a consecuencia de la falta de impulsos para el sector -durante los últimos cinco años. No obstante, el amplio potencial puede ser observado en el crecimiento internacional de estos bienes (compuestos por ingredientes de origen natural ampliamente aceptados por los estrictos controles europeos).

En este sentido, el país trasandino ha aprendido de los modelos implementados en Francia, Alemania o Irlanda. Todos ellos ejemplo de centros de investigación y servicios tecnológicos, que podrían resultar útiles a la hora de fortalecer los procesos de producción nacional -tomando en consideración sus formas de organización interna, los mecanismos de decisión, la distribución de dividendos y las política de propiedad industrial o intelectual.

A partir de esto, los Polos Territoriales de Desarrollo Estratégico son un modelo de encadenamiento productivo inédito. Allí se reúnen agricultores, centros tecnológicos y empresas transformadoras con la intención de promover un trabajo coordinado del sector, que de alguna forma siente las bases de previsibilidad y orden necesarias para hacer a la industria participe de las exportaciones. Trabajar en regulaciones y sellos permitiría la inserción de estos bienes en potenciales nuevos mercados.

El principal problema hasta ahora es la falta de un criterio inequívoco que identifique los ingredientes funcionales, limitación que no permite avanzar con las pruebas en humanos y la articulación con la oferta internacional. Una forma de resolver esta traba sería avanzar de manera conjunta en la certificación de iniciativas similares y simultáneas, ante la desventaja inevitable que supone la imposibilidad de estos compuestos para ser estandarizados en la competencia contra los sintetizados químicos. Cabe destacar que esto también implica pensar el tema regulatorio desde otra perspectiva.